Esto era un dos que, un día normal y corriente,
se fue a dormir como siempre hacía. Así que el dos se durmió, y cayó en un
sueño tan profundo, que duró días y días, y luego semanas y semanas, y meses y
meses… Y un día normal y corriente, el dos despertó de su interminable sueño.
Se levantó y se frotó la cara. No sabía cuánto
tiempo había estado dormido. Ni siquiera la fecha en la que estaban. No se
acordaba de nada. Observó detenidamente la habitación en la que se encontraba,
¿dónde estaba?, ¿quién era él?, ¿qué había ocurrido? Aunque no le importaron
demasiado esas cosas, se vistió con la ropa que encontró en un armario y fue a
donde estuviera su supuesto “trabajo”, pues había olvidado en qué trabajaba. Se
dirigió a la oficina de empleo para mirar qué apartado del país de los números
le correspondía. Buscó su nombre entre la larga lista: Cero Patatero, Cero
Sincero, Uno Para Ganar, Dos Patitos, Tres Tristes Tigres, Tres Cerditos, Tres
Mosqueteros, Cuatro Fantásticos, Siete Enanitos… Ninguno de esos nombres le
sonaba lo suficiente como para ser el suyo. Un Uno muy estilizado con gafas de
secretario se le acercó y le preguntó si le podía ayudar. Le explicó que no se
acordaba de su nombre, y que estaba intentando recordarlo. El Uno le sugirió
que a partir de ese momento pasara a llamarse incógnita, porque no se conocía
su valor.
A continuación, cogió algo parecido a un
teléfono móvil y susurró algo. Cuando terminó de hablar, se dirigió a
Incógnita.
- Mucho me
temo, que… este es el país de los números, y usted, como debe de haber
observado, es una letra, para ser más exactos, una “x”. Va contra las leyes de
este estado dejar entrar a cualquier tipo de letra. Deberá abandonar el país
inmediatamente.
La Incógnita fue llevada a la frontera del país
y expulsada de este. Con su pequeño cuerpo, “x” llegó a otro lugar en el que
traspasó la frontera sin problema alguno. Miró hacia ambos lados y vio que en
aquel país, había números y letras, y los números tenían su propio signo. A la
Incógnita le sorprendió ver tantos tipos distintos de números y, lo más
sorprendente, de letras.
Descubrió que no era la única letra. Se dirigió
a la oficina general para formar parte de la población de aquel extraño país.
En cuanto llegó, un signo que él no conocía le
dio la bienvenida y le preguntó su nombre. Incógnita le dijo su nombre y el
funcionario lo apuntó en un papel. El cuerpo del administrativo era muy
desconocido para él. Eran dos barras paralelas.
-
¿Sabe
qué soy?-preguntó el señor al ver que Incógnita le estaba mirando de una forma
extraña.
Negó con la cabeza, y el señor le explicó que
era un símbolo de igualdad, que representaba cuando una operación satisfacía un
valor.
- ¿Has
oído hablar de las ecuaciones?-Incógnita negó con la cabeza- ¿De las
fracciones?-volvió a negar.- ¿De los números naturales?
Incógnita se sintió avergonzado al ver que no
sabía qué significaban todas esas expresiones que aquel signo de igualdad le
estaba citando.
-
En ese
caso, usted pertenecerá al barrio de primer grado. Allí aprenderá todo lo que
debe saber.
Incógnita llegó al barrio indicado, donde
encontró otro signo de igualdad, que estuvo toda la tarde explicándole qué eran
aquellas personas que veía y que le resultaban extrañas.
-
¿Y esa
“y” con un sombrerito en forma de 2?-dijo Incógnita señalando al sujeto.
-
Ese
sombrerito significa que esa “y” es, en realidad, dos “y” mutiplicadas.
A Incógnita, le sorprendió todo aquello que le
fue explicando aquel extraño signo. Que al parecer representaba la “igualdad”.
-
Y a ti,
¿para qué se te utiliza?-preguntó tímido.
-
¿Yo? Yo,
en una suma, resta, multiplicación o en cualquier operación sirvo para
representar cuál es el resultado, es decir, a qué es igual la operación.
La Incógnita, sin terminar de comprenderlo, le
pidió que se lo explicara mejor. El signo de igual, cogió papel y lápiz y le
escribió en un papel varias operaciones y le señaló su lugar.
-
¿Y yo
para qué sirvo?-preguntó al fin la Incógnita.
-
Tú eres
principalmente utilizado en las ecuaciones. Que son una igualdad.
-
¿Cómo
tú?
-
No
exactamente. Una ecuación tiene varias “incógnitas”, que son números de los que
no se sabe todavía su valor. Las ecuaciones sirven para conseguir averiguar el
valor de esas incógnitas, y así, poder completar la ecuación.
-
¿Entonces
no soy la única incógnita?
-
¡No! Hay
millones de incógnitas que siguen sin haberse resuelto todavía, eso significa
que no han encontrado su valor.
-
Entonces,
¿yo puedo volver a ser un número?-preguntó después de pensar bastante.
-
Si
resuelves tu ecuación, sí.
La incógnita se despidió de él y fue a su casa
muy contenta porque ahora sabía que podría volver al país de los números.
Al día siguiente encontró un paquete en la
puerta de su casa. Lo abrió. Era una nota del signo de igualdad que tenía un
montón de números escritos. Encima de aquellos números había escrito: “Tu
ecuación”. Incógnita lo agarró y rápidamente comenzó a intentar operarla.
“X=2” Incógnita dejó de sentirse tan incógnita.
Ese debía de ser su valor, o al menos, así se lo habían explicado. Se volvió a
mirar en el espejo, ahora veía un 2. Salió corriendo a visitar a su amiga
“Igualdad” y le dio las gracias por aquel regalo. Aún así, conservó su nombre
de Incógnita y se quedó a vivir en el extraño país donde números y letras
convivían. Así pasó a ser la única incógnita que no tiene forma de incógnita.
Cristina Carazo (2 ESO)
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